17 de junio de 2011

*// Los color caca

Marita lava ropa todos los días. Tiene las manos cuajadas, agrietadas de tanto refregar trastos. No se hace problemas ya está acostumbrada. El empeño que le pone es tasado en doce soles. Siempre recibe la plata y se persigna con ella. Se gana muy bien ese dinero y con todo derecho llega su casa cansadísima a dormir. Cuando ella llega su hija es quien la recibe con un abrazo. Es su adoración. Marita también adora a sus otros dos hijos que aún llegan más tarde del trabajo. Uno labura en limpieza pública, el otro es un temerario cobrador de combi.


Sebastián posee y se enorgullece de unas zapatillas blancas, ama verlas, las guarda en su caja, las lava con suma delicadeza, y al llegar a su casa muy cansado de haber laburado abre la caja y las contempla. Admira la marca de sus zapatillas, “Tigre”. Adora mirarlas y sacarle algún rastro de pelusa o limpiarle cualquier mancha de suciedad o simplemente las limpia porque son su tesoro. Con ellas juega pelota los sábados o sale a alguna reunión con su familia o amigos. Una reunión se entiende salir a la bodega por las noches a comprar una gaseosa y un par de galletas, es un lujo del que no se priva. Posee también dos polos totalmente nuevos que su madre le trajo un día de sorpresa, aún en bolsa y con ese olor tan rico. Tienen el logo “Castrol” y los usará al comenzar las clases el lunes. No puede esperar un día más para estrenarlas, muere de ganas de sentir esa frescura que solo te da una prenda nueva. Es paciente y no las abre.

Lucho es un tipo muy sucio, le encanta dormir como llega, no se lava con el agua que está en la tina que su madre junta con tanto ahínco, desprecia el agua, no por malo ni para ahorrar ese preciado recurso sino por cochino y haragán, pero como cualquier hombre a la hora de ver a la chica de sus sueños, a la razón de su sonrisas cuando está distraído en el trabajo, barriendo por los meaderos. Se toma la delicadeza de bañarse y exprimir el limón en sus axilas para evitar cualquier mal rato con su olor.

Micaela duerme con Sebastián en la misma cama desde hace un año. Antes dormía con Lucho pero su olor era insoportable. Le pide a diosito que su Papá regrese, porque lo extraña, le han dicho que diosito siempre escucha, no quiere la muñeca linda que vio en la tienda de Doña Ceci, ha cambiado ese deseo por el que su padre regrese.


Papá anda perdido. No puede volver a casa. Extraña un montón a sus tres hijos. Llora por las noches. Quiere suicidarse. Sería algo breve, un dolor profundo pero único, unas lágrimas caprichosas correrían por su ojos pero es cobarde o a veces se aferra a la ligera y fugaz esperanza de salir algún día y poder abrazar a la hijita de sus amores, jugarse un partido con sus hijos y besar a su esposa. Se aferra a ello. Guarda el abrazo, las piernas y el beso. Los guarda para cuando salga. De repente en doce años. Quién sabe. La cárcel es dura. Los años no pasan tan rápido y él está enfermo.

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