4 de junio de 2011

*// Adios Cusco, Te odio


“Acá si la hago, me embriago y olvido lo mierda que lo estoy pasando”

Leo se encontraba a puertas de la discoteca que le habían recomendado antes de viajar al Cuzco. Nadie fue con él al viaje. Invitó a varios amigos pero todos se rehusaron o dijeron alguna excusa creíble. Él viajo solo. El tour que pago y al que fue era carísimo. No le fue mal, conoció lugares hermosos como Pisac, Tambomachay, conventos, plazas. Pero todo era tan insustancial, tan soso porque no se tenía con quien compartir, con quien charlar. No conoció a nadie ni se divirtió un carajo en el tour. Volvería al día siguiente por la noche y quería aprovechar la última noche bebiendo algo. Emborracharse era una opción.

La discoteca se llamaba Inkateam. Leo pagó la entrada e ingreso. Subió por unas escaleras, había muchísima gente, era difícil pasar entre los cuerpos de los extranjeros y bricheros que se encontraban bailando enardecidos por la música chillona y pegajosa. Él se sentía un brichero más. Le seducía la idea de ver a alguna europea, hablar un rato, quizá bailar y luego ir a la cama y enfurecido, brindarle el mejor sexo.

Con muchas dificultades llegó a la barra. Los barman tenían un sombrero llamativo y servían las bebidas con tal experiencia que uno pensaría que habían sido amaestrados durante años para ejercer ese divertido oficio. Pidió un vaso de cerveza. El que le correspondía por cortesía. Por un largo rato con el vaso en la mano permaneció apoyado en alguna esquina mirando a la gente bailar. Buscaba envalentonarse con la bebida para tener el valor de hablar con alguna chica. Todos bailaban, los extranjeros tenían ese toque mágico que anima las fiestas, los bricheros cumplían su labor, bien bañados y perfumados complementaban el baile.

Leo no resistió ver tanta alegría, subió al segundo piso de la discoteca para observar desde arriba y perderse entre el bullicio y la gente con los cuerpos ya sudorosos. Se quedó ahí apoyado en una baranda con la cerveza en la mano. Esperando los efectos. No quería drogarse, esta vez no, sólo emborracharse. Miraba y miraba. Las europeas siempre con una sonrisa que regalar, era fácil distinguirlas o tenían el cabello rubio y la piel blanquísima o vestían de manera más llamativa o tenían esa mirada de estar en un lugar totalmente distinto.

- Flaco ¿tenés encendedor?

Sintió un palmoteo en el abdomen. Leo volteo a mirar, un sudor frío recorrió su cien hasta caer.
Una pequeña y linda chica lo había llamada.

- Si, ¿qué quieres quemar? – intentó ser gracioso

- Jaja prestáme por favor, ¿ Querés uno? – le mostro la caja de cigarrillos. Leo tomo uno. Lo prendió y luego le ayudo con el suyo.


La chica se paró a su lado y se apoyó junto a él en la baranda logrando ver los dos a la gente bailar, embravecidos, parecía haber más gente a cada instante y era mejor no estar ahí abajo porque uno podría morir ahogado en la marea humana.

El humo del cigarrillo traía gratos recuerdos, de noches inacabables, irrecordables, de borracheras confusas. El olor a cigarrillo siempre traía un grato recuerdo aunque éste de por sí sea realmente asqueroso.

- ¿Cómo te llamás? – la chica preguntó mientras botaba el humo y hacía una mueca media confusa al mirarlo.

- Leo , y ¿tú?

- Pamela. Pero decíme Pame. Solo la vieja me dice Pamela así con todas sus letras. Aj! No me la banco. Me encanta ésta disco. ¿Sabés? estaba subiendo al tercer piso y encontré una pareja en pleno follón, que estupendo loco. Me hubiera quedado pero quería verlos fumándome un cigarro y ni modo jaja.

- ¿En serio? Ahora subo entonces. Lo único sexual en mi vida son los incontables videos porno que tengo en mi laptop – Leo hacía ademanes mientras ella no podía evitar reír.

- ¿Me estas cargando? Por favor pibe. ¿Cuantos años tenés? ¿Unos Veinte? Con esa cara que te manejás cuantas minas te estarás levantando. Mirá vamos a bailar a ver si soy una de las afortunadas.

Pamela le quitó el cigarrillo, lo tiró y lo aplastó. Lo mismo hizo con el suyo. – Vení flaco – Leo se acabó de un sorbo lo que quedaba de cerveza y bajó a la pista de baile. Bajaron las escaleras ella adelante jalándole de la mano. Su mano era muy suave y fría.

Pamela se acercó a su oído – ¿Ché decíme que tal bailo? – y se comenzó a mover. Movía la cintura, se regocijaba mientras se agachaba mirándolo a los ojos.

Leo pudo percibir que su nariz se tornaba rojísima mientras más bailaba. Rió para sí.

- Oye tu nariz se ha puesto roja

- Siii, siempre se pone así – dijo sobándose la nariz tornándola más roja aún.

Pero es hermosa – Leo agregó y le apartó delicadamente la mano de la nariz y la miró con infinita dulzura.

Ella le dio un beso en la mejilla - Qué lindo sos, me muero – ahora el rojo era Leo y no sólo la nariz sino toda la cara.

- Ahora sos tú el rojo loco – Pamela río enseñando sus dientes perfectos.

El ambiente fue cubierto por un manto romántico. Empezó a sonar la canción de Nazareth. “Love hurts”. Y Leo agradeció a Escocia y a Willian Wallace que nada tenía que ver en el asunto.
Como si fuera una conspiración de la canción Pamela abrazó a Leo y empezó a zigzaguear lenta y pausadamente al ritmo de la balada. El viaje a Cusco se iba tornando hermoso. Leo apoyo su cabeza en la de ella y olió un delicioso perfume. Quería estar así toda la noche abrazado a esa argentina tan suelta y despreocupada. “Love hurts uhhhhuhh love hurts”
Quería besarla en ese preciso instante. No. Lo echaría todo a perder. Sintió que lo abrazaba más fuerte. El humo de los cigarrillos era perfecto. Olerlos en ese preciso instante ensalzaba la escena, cerró los ojos y no había nadie más en la pista solo la oscuridad, un abrazo de Pamela, el humo de los cigarrillos y Dan McCafferty de Nazareth con su voz sufrida.

Las frases de amor fueron ajenas en ese instante pero rondaban y se harían presente ante cualquier llamado, bastaba con la canción para multiplicarlas y mantenerlas ahí circulando.
“Love hurts uhhhhuhhhh love hurts uhhhuhhhh”.

Al acabar la canción se soltaron. Pamela lo miro como una niña que acaba de bajar de un juego del play land park y que ahora espera su algodón dulce. La mirada de Leo brillaba y emanaba alegría.

- Bailas increíble – dijo Leo sólo por decir algo, luego de mirarla unos segundos.

No sabés! Las baladas románticas me ponen demasiado sentimental – Pamela llevó sus dedos índices a sus ojos para limpiárselos.

“Sí, ahora vámonos de aquí que quiero irme contigo bonita a donde sea” Leo la abrazó. No pudo evitar hacerlo. Ella correspondió. – Sos muy lindo flaco, te como a besos ahora mismo.

En ese preciso instante algo funcionó mejor. El enojo por el viaje decepcionante que sentía Leo se difuminó. Cusco era la ciudad más linda del mundo y debía ser la capital de Perú de todas maneras. Amó a la argentina en ese preciso instante…

La disco enmudeció por unos instantes, y todo parecía tramado para poder escuchar un grito que quedaría grabado de la manera más brutal.


- Pamelaaaa! te hemos estado buscando. ¿ Donde andabas cariño? – Una cara de duende alto y encorvado apareció de repente. ¿Quién es este pibe?- preguntó juntando la entre ceja.

Pamela se replegó y quedo en medio de los dos hombres.

- Un amigo, Javi- Pamela atinó a decir algo avergonzada sin saber qué hacer. Como si la hubieran despertado de un sueño profundo.

Ah bueno! Me estaba cansando de buscarte ¿sabés? Vení, ya agarramos una mesa- El cara de duende le dio un beso en la frente, la agarro de la mano y la llevo casi a rastras abriéndose paso entre la multitud.

Si en ese preciso instante hubiera habido un silencio absoluto se hubiese podido escuchar el sonido de un cristal romperse de la manera más lenta. Un tintinear perturbador que solo Leo pudo escuchar y sentir.

Antes de perderse Pamela volteó y pudo ver a un Leo acongojado, con la cara desencajada. Leo la miró con el ánimo hecho mierda, no intento seguirla. Había sido el imbécil de la discoteca, el webonazo con el que se pasa el rato. Se tocó la nuca con ambas manos y se alejó. Casi salió corriendo de la discoteca. Tomó el primer taxi, dijo la dirección de su hotel, asintió cuando el taxista dijo el precio del recorrido. El trayecto del taxista fue rápido. Leo solo aguantaba el sollozo tratando de encontrarle algún sentido a las calles del Cusco. Al llegar pagó el taxi y entro raudamente al hotel. Rápidamente fue a recepción a pedir sus llaves. Subió las escaleras a toda prisa, llegó a su cuarto, cerró la puerta con una ira contenida y comenzó a alistar todo. “Todo esto es una mierda, ¿Por qué Pamela?, ¿Querías jugar conmigo? Vete a la mierda argentina, vete a la mierda”. Leo lloraba metiendo de cualquier manera todas sus cosas en sus mochilas.

- Váyanse a la mierda todos – lo dijo susurrando, casi carraspeando. Estaba histérico.

Se durmió con los ojos enjugados en lágrimas y el corazón destrozado. Con el olor a cigarro impregnado en todo su cuerpo.


Al despertarse encontró las sabanas mojadas de sudor, lágrimas, líquidos nasales y mucha saliva.
Fue al baño, se miró en el espejo. Era la viva imagen de un hombre golpeado por el dolor, su rostro denotaba tristeza. Ojos hinchados. Cabello revoloteado. Animo hecho trizas.

Estuvo en la ducha un buen rato. Pensando. “Pamela”. Comenzó a llorar de nuevo. Salió de la ducha. Se cepillo los dientes sin saber ni tener conciencia que lo hacía. Se secó, se cambio y se hechó a la cama nuevamente. Lloraba cada cierto tiempo inmiscuido en sus propios pensamientos.

“ Sos muy lindo flaco, te como ahora mismo a besos”. Golpeaba las paredes incesantemente. Así se pasó todo el día y gran parte de la tarde. Ya como a las tres de la tarde. Llamaron a su cuarto.El abrió. Era la recepcionista. Todo bien joven – preguntó algo contrariada tratando de echar un vistazo al cuarto- He escuchado muchísimos ruidos. Luego miró a Leo y no preguntó nada más.
Lo siento me siento un poco mal es todo – dijo un Leo abatido con la mirada perdida en alguna parte del cuarto. La recepcionista asintió y se fue. Leo se sentó en la cama y no pudo evitar quedarse dormido con el estribillo de Love hurts reventándole la cabeza.

Como a las siete de la noche se levantó, su vuelo saldría a las diez. Sentía hambre luego de un día tan duro. Se lavó la cara. Casi a rastras salió del cuarto. Dejó las llaves en recepción. La recepcionista no le hizo preguntas, lo miró con condescendencia. Ya en la calle tomó el primer taxi y se fue a la plaza de armas. Entró a un restaurant muy bonito con poquísimas personas. Se sentó en la mesa más apartada. Una que estaba cerca al callejón donde se encontraban baños. Una mesa que nadie escogería.

Acá está la carta joven – El camarero se aproximó con esa sonrisa innecesaria y estúpida.

Leo miraba a través de la carta. Lo hizo durante unos minutos, pensaba en otra cosa.

“Sí, ahora vámonos de aquí que quiero irme contigo bonita a donde sea”

El mesero comenzó a impacientarse. Hasta que Leo se pronunció con una voz débil.

- Un mixto y un café – dijo sin mirarlo.

Ahora mismo caballero – la sonrisa estúpida del camarero desapareció y Leo se quedó mirando el cuadro que tenía al frente. Era el de una mujer con sus hijos en algún lugar del Cusco, la mujer estaba feliz viendo a sus hijos correr. El paisaje que se proyectaba era hermoso.
"No mierda... Nada era hermoso si..."


- Ché, ¿Vos cenás sólo?

Un abrazador escalofrío recorrió por todo el cuerpo de Leo. Reconoció esa voz al
instante.



CONTINUARÁ...


Balada romántica bailada por Pamela y Leo.
Y que a su vez complementa la historia.

1 comentario:

  1. Love hurts!!!!!!!!!!!!! weon está excelente, pon la segunda parte pronto

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