28 de julio de 2011

*// El temor del joven


UNO

El joven llega temprano a la universidad, con la cara acicateada y el cabello aún mojado. Sube al cuarto piso del pabellón V. Busca el salón donde recibirá su prueba. Lo encuentra. El profesor no llega ni llegará dentro de los treinta minutos siguientes. El joven no sabe por qué ha venido, no tiene nada que reclamar, ha desaprobado de forma calamitosa, ha visto su nota en el aula virtual; pero él está ahí. El joven decide sentarse en el cuarto escalón que va hacia el quinto piso. Espera ahí sentado, leyendo un periódico, escuchando música y muriendo de frío. De rato en rato levanta la mirada esperando ver al profesor llegar con los finales corregidos o quizá a algún conocido o tal vez porque está aburrido de esperar.


DOS


De pronto a pesar de la música en sus oídos, escucha a alguien pronunciar su nombre. Levanta la mirada y sus ojos se clavan como dardos en los de ella. El joven queda reducido, mancillado, desarmado ante tal simple hecho. Ella lo saluda con mesura y se acerca. Ella estudió con él todo el ciclo pero nunca se habían hablado, al menos ella no; él le hablaba entre sueños. El joven amaba verla en el salón, a veces ella dormía durante clases y a él le parecía adorable; ella se sienta al extremo del mismo escalón. El joven nunca la hubiera imaginado tan cerca y tan sola. Ella le cuenta que le falta un miserable punto para aprobar el curso y sentirse tranquila, su nota en internet, en el aula virtual, ha sido contundente: un cero siete. El joven trata de levantarle el ánimo, la alienta, le hace algunas bromas; intenta ayudarla con el posible reclamo de la chica, le da unos consejos o tips con los cuales ella pueda reclamar. Pero luego al mirarla cree no haberla ayudado. La ve más insegura que antes. La conversación luego toma otro rumbo. Hablan de ellos. Ella le sonríe y le habla con suma confianza; los ojos chinitos y bonitos; la carita celestial.


TRES

El joven tiene el corazón en la garganta y siente miedo en ese instante, sabe que significa eso. Relucen los síntomas que casi había olvidado, evoca unos dolorosos recuerdos: el ardor y los incesantes embates del corazón. El joven extraña a la chica que aún no se ha ido, que sigue ahí sentada conversándole; sus ojos chinitos y bonitos, las risas que espontáneamente tiene, todo es tan perfecto; quédate ahí bonita, quédate ahí sentada, que el tiempo no avance más, piensa.


CUATRO

Entran al salón a revisar las pruebas. Ella siempre tan linda y comedida, espera el llamado del profesor. No se apresura ni se alarma, solo espera a un lado, junto a una amiga suya. El joven también espera, no su prueba, sino verla feliz. Deseando que le suban el punto que ella necesita. El profesor avisa que hubo una falla al corregir en la fila b; ella es fila b. Aprobar para ella se vuelve ahora sí algo tangible. Ahora ella va con el profesor y entre los dos revisan su examen. El profesor le indica que ella no desaprobó; su verdadera nota era once y no siete como inicialmente le puso.


CINCO

Ella se llena de luz y sus movimientos se tornan alegres. Aprieta los puños a medida que su boquita se ensancha de felicidad y a el joven ya no le importa haber desaprobado el curso, tan solo verla sonreír a rabiar es suficiente , hasta le parece mucho premio. Ella lo mira, quizá recuerda que hablo con él. De repente (aunque de eso no estoy seguro) atribuye haber aprobado a el joven, que el joven fue un buen presagio, casi un amuleto de buena suerte al haber cambiado el destino de ese curso tan enrebosado; no se sabe. Pero ella resuelve en abrazarlo tímida pero cariñosamente. El joven siente que acaba de morir y que su muerte ha sido sublime. Ella luego de regalarle las sonrisas más bonitas va donde su amiga. El joven a duras penas está de pie. Fue algo hermoso lo que acababa de pasar. Un abrazo, su sonrisa, que ella esté feliz y radiante; ahora el joven se dirige donde el profesor para revisar su prueba. El también era fila b. Ella lo mira expectante, tal vez esperando que también el apruebe. Pero el joven no corre la misma suerte, a duras penas recibe un punto a favor. A el no le importa, pero a ella si parece importarle y se siente mal por eso, o acaso es lo que el joven piensa o percibe.


SEIS

El joven sale del salón sin despedirse de ella, la vio de espaldas y le dio pereza y temor pasarle la voz y hacerle adiós. Sale del aula y sabe que la va a extrañar y no la va a ver más durante un largo tiempo. Sale acompañado de dos amigos, se dirigen a la biblioteca, el tiene pensado sacar un libro de Borges que lo acompañe durante unos días. Sabe que no terminará de leer el libro, pero de todas maneras lo va a sacar. En todo el trayecto no puede hablar con sus dos amigos porque piensa en ella, la flaquita linda que pone los ojos chinitos y bonitos cuando ríe. Ni bien saca el libro se despide de sus amigos, los deja. Siente un hincón en el corazón. El joven quiere verla de nuevo y va en su búsqueda, quizá aún se encuentre en el salón. Tal vez pueda conversarle otra vez, quizás le haga reír, de repente reciba otro abrazo. Quién sabe.


SIETE

Luego de haberla buscado por unos minutos y sintiendo la derrota de no encontrarla recayendo sobre él, la ve. Estaba con una amiga. Está de espaldas. El siente escalofríos al estar cerca a ella, siente escozor, es algo estúpido pero cierto. El joven teme ser el completo idiota que siempre reluce cuando se siente atraído por una mujer. Entiende en ese momento que es mejor no acercarse, no sabría qué hacer y se va.


OCHO


El joven recuerda que su habilidad para enamorar mujeres es nula, y esa nulidad ha sido comprobada a lo largo de su vida: ni una enamorada. Claro que ha estado con mujeres, las ha llegado a besar y eventualmente enredarse en el lindel amatorio, pero no las amaba. Nunca se le escarapelaba la piel al estar junto a ellas y sospecha que a ellas tampoco, sólo era el ardor y las cervezas encima. El joven siempre ha tenido que estar borracho para poder robar un eventual beso a alguna chica que le ha gustado en algún lugar, nunca lo hacía sobrio. Él era cobarde, un patético cobarde.


NUEVE

El joven se llegó a enamorar un par de veces de forma verdadera. Enloqueció por amor. Aquellas veces el amor le fue esquivo, aquellas veces intento enamorar de una manera absurda, tonta. Cree ahora que aquellas dos lindas mujeres a las que llegó a querer muchísimo le tienen miedo y cierta pena. Él ahora lo comprende, lo asimila y no las culpa, les pediría perdón y les desearía lo mejor si en algún momento las ve y si es que acaso su cobardía no aflorara.


DIEZ

Es de noche, el joven está cansado. El dolor de estar enamorado está ahí, no logra dejar de pensar en la chica de los ojos chinitos y bonitos; su risa ahora resuena mientras todo es silencio. La recuerda reír, abrazarlo. El joven se ha enterado que ella tiene enamorado. Se amilana. Se siente desdichado, piensa que todo será así siempre: alguien más gozando del amor de una chica lindísima a la que él quiere. Trata de dormir pero no lo logra. Y además no puede calmar el agobio que le produce a él el de estar enamorado.


ONCE

El joven intenta repeler el sentimiento de sentirse enamorado; se baja el buzo ahí echado. Se tocaba abajo y siente su pene caliente y creciendo paulatinamente. Se zarandea la pinga con rabia, sabe que es la única manera de calmar su dolor. Piensa en la chica de los ojos chinitos y bonitos. Se la corre de una manera dolorosa, siempre se hace la paja de una manera distinta cuando se está enamorado. Al terminar se siente culpable como cuando pequeño comenzó con ese solitario placer. A pesar de habérsela corrido brutalmente y dejarse la pinga maltrecha sigue con ese dolorsillo jodido de querer, y no poder, estar junto a esa persona. El joven cree que está realmente cagado y que se ha enamorado de mala manera por una maldita tercera vez.


DOCE

El joven piensa que tal vez el viaje a Argentina le haga ver nuevas mujeres y de repente la olvide, que de repente todo haya sido un capricho. Pero ahora él no puede evitar llorar al saber qué si en realidad está enamorado, si en verdad no logrará olvidarse de ella y la siguiera queriendo de una forma extraña y jodidamente hermosa, no la lograría llegar a enamorar porque está condenado a nunca estar con las chicas a quien en alguna oportunidad ha querido.


24 de julio de 2011

*// Carolina


Se llama Carolina pero al preguntarle su nombre ella responde Jana (hanna), siendo este su primer nombre por el cual nunca la llamamos.


Se despierta sola a las ocho. De vez en cuando se despierta conmigo a su costado a las siete. Evidentemente prefiere despertar sola, he visto las caras que pone en ambas ocasiones. Y despertando sola, la veo infinitamente más alegre.


Mi hermanita sabe cuándo mi mamá necesita un beso y un abrazo, sabe si está triste o pensativa.


A menudo se recuesta en el sillón de la sala, llama de una manera muy graciosa al perro para que se eche junto a ella. El perro rara vez le hace caso. Ella piensa, creo que piensa: que existe una rencilla con el animal, que aún no ha solucionado.


Ahora que no tiene niñera la cuido en las tardes, luego del nido. Al llegar se toma toda la leche del biberón que le preparo. Luego duerme. Muchas veces he olvidado hacerle botar el chanchito. Aquellas veces: se despierta, tose incesantemente antes de vomitar todo y ponerse a llorar.


Los únicos que la hacen reír son: mi papá, mi mamá y la impresora. Siendo esta última la que le roba más risas. Ella ríe mucho cuando escucha a la impresora imprimir. Aun no entiendo cuál es el chiste.


Ahora escribo en la computadora, ella me mira ensimismado, con la mirada fija en lo que hago, seguidamente se va a su cuarto. Vuelve y me enseña un garabato en una hoja. Le digo que está lindo. Ella me lo avienta, el garabato cae al piso. Me da a entender que me lo regala y luego se va.


Me gusta su nombre, al llamarla a veces caigo en un letargo y me acuerdo de otra persona.


Sé que es linda, y será preciosa. A mis viejos le salen mejor las hijas que los hijos. Por lo pronto ella sigue tan linda como siempre, nunca ha tenido un golpe considerable porque la cuidamos y queremos muchísimo.

Dejo siempre que haga lo que le da la gana, de esa manera la veo feliz. Últimamente quiere cocinar como lo hacía antes la niñera. Entonces cuando quiere cocinar yo le doy los ingredientes que suelen ser mayonesa, mostaza y galletas soda. Ella imagina que está haciendo algo buenísimo. Cuando termina me pide un plato y me sirve lo que preparó y luego se va a ver televisión. Enseguida tiro lo que me sirvió y pasó a ver la tele junto a ella.


Ella sabe insultar, logra hacer algún daño cuando golpea, escupe pero nunca le llega a dar a nadie. Saca la lengua cuando está enojadísima.


No come mucho, deja casi toda la comida que le sirven. Pero al darle una mandarina la devora. Ama las mandarinas. Tiene siempre su canastita llena de mandarinitas y no permite que nadie agarre una siquiera.


Sabe hacer su caquita. Suele ponerse colorada cuando tiene ganas de hacer el dos. Se mete al baño sin decir nada a nadie. Se siente en su bacinica y puja, oigo sus lastimeras pujadas. Al terminar ella sola coge su pocillo, arroja su caquita al wáter, lo hace pasar, se limpia y sigue con sus labores.


Se cambia de polo por lo menos cuatro veces al día, siempre anda disconforme con la ropa que lleva puesta. Desbarata sus cajones probándose polo tras polo. Siento pena por mis padres cuando ella llegue al lindel de la pubertad. Pobre bolsillo.


No da un abrazo por dar, no regala cariño ni te sonríe si no le viene en gana. Al menos a mí no me profesa amor de manera espontánea, quizá sea yo quien no inspire amor. Las veces que me ha abrazado o me dado un beso han sido cuando mi mamá se lo ha pedido o he accedido a regalarle algo mío.


Su quehacer favorito es renegar y decir que todo es suyo. En algún momento llegó a decir que el carro era suyo y no permitía a nadie subir. Mi papá ante esta situación intentó hacer un trato con ella. Consiguió que ella le cambiara el carro por un celular antiguo que funciona pero nadie usaba. Y desde ese día se convirtió en la primera niña en tener un celular de verdad antes que ningún otro niño en su nido.


Cada vez es más difícil engañarla. Cuando se siente timada se repele y arruga la entre ceja, intenta mostrar su enojo y desconfianza en su máxima expresión. No recae en llorar. Se queda así, irascible, inquebrantable, apoyada en la pared defendiendo su posición haciendo gruñidos.


Carolina tiene casi tres años, camina por el pasadizo, la veo contenta, independiente y tan suelta. Caigo en la cuenta que la quiero. Siento un alivio al saber que no sabe la desgracia de persona que soy . Vuelvo a mirarla, se da cuenta que la miro y arruga la entre ceja como un adulto desconfiado pero sé que la inocencia prevalece aún en ella. Ya cuando sea grande le he prometido no estar cerca, irme lejos. Tal vez sólo queden cosas que le escribo. Quizá me extrañe al igual que yo, sé que así todo estará bien.

20 de julio de 2011

*// Conversación en el cubículo


¿En verdad estas estudiando? – dijo de una manera precipitada Fito al entrar al cubículo y ver a Gabo sentado con los audífonos puestos y surcando sus cabellos con sus dedos, como si así intentara asimilar las palabras que leía.

Te estoy hablando webonazo – le dió un ligero golpe en la nuca, Gabo se incorporo de repente.

Si webón, que pasa – atinó a decir de la manera más cándida, soltando una pequeña risa, que se prolongo por el eco del cubículo.

Oe pinillo ¿En verdad está estudiando este pajero? - se dirigió a Pinillo que se encontraba en verdad repasando sus apuntes como había quedado con Gabo al entrar.

No sé, así parece – soltó una risita breve y volvió a lo que hacía.

Fito se sentó con ese aire de aprendiz de pendenciero y su particular arrugadita de entre ceja. Había llegado al cubículo del tercer piso del pabellón D. Donde a veces se juntaban los amigos que se conocieron un ciclo anterior, en el de cachimbos. En el cubículo se encontraban pinillo y Gabo sentados intentando de manera responsable estudiar aunque el frío y un partido que se avizoraba en unas horas no jugaran a manera de estímulo.

A ver, pásame un toque tu juguete – Fito señaló los audífonos de Gabo. Él se lo prestó, y sintió las orejas calientitas al quitárselos.

Puta, a ver vamos a ver que tienes. Ojalá tengas salsita para meterle su motivada –Fito hacía ademanes con los dedos mientras pronunciaba esas palabritas tan peculiares que le causaban risa a Gabo.

Checa. Hay buenas canciones, pero de salsa un par no más – Luego de decir esto Gabo volvió a su hoja de ejercicios de economía.

No jodas pe weon , te falta ah! – Fito arrugo aún más la entreceja, se puso los audífonos y se desconecto de la realidad. Bajo la cabeza y se dedico a cambiar las canciones del pequeño reproductor musical blanco.

Pinillo yacía con las manos en la cabeza intentando comprender las hojas puestas en la mesa. Estudiaba economía, un curso que aquejaba a la mayoría que se especializaba en letras y ni él ni Gabo eran la excepción.

Oe pinillo vamos a ver el partido de Perú más tarde en el Jockey. Habla. Allá se va a llenar y puta, alucina gritar un gol con toda la gente, webón – Gabo trato de ejercer la motivación.

No, ni cagando weon, me voy a mi jato. Aparte no me gusta el fútbol – una mueca de fastidio asomó por la cara de Pinillo, se notaba que no entendía un carajo de su hojita. Y que el dialogo de Gabo lo crispaba a sobremanera.

No jodas webón. Qué hablas. Cómo no te va gustar el futbol, es como si no te gustaran las mujeres. Serías medio falladito si no te gusta el futbol – Gabo parecía realmente sorprendido.

Nunca me ha gustado, no le veo la gracia. En un toque me voy también, voy a mi casa a jatear y luego continuo estudiando. No da ganas de estudiar nada con este frío – al decir esto juntó las manos y dio un soplido en el orificio que formó en la intersección de sus dedos.

Oe no jodas, no te gusta el fútbol – le tiró una mirada hiriente mientras pinillo apartaba la vista y se concentraba en su separata que se encontraba en la misma hoja durante un largo rato.

Fito movía la cabeza al compás de la música que escuchaba, Pinillo y Gabo podían escuchar la canción, el volumen estaba en su pico más alto. Y Fito parecía una loca a rabiar con la canción que escuchaba. Tarareaba y movía las manos como practicando una coreografía.

Puta no jodas pues , así no puedo estudiar – Pinillo se levanto visiblemente fastidiado - Ya me jalo, me cago de sueño.

Ay! Así no puedo estudiar – intentó burlarse Fito cuando se quitó los audífonos y vio a Pinillo alistando sus cosas para irse – Oe cabro, siéntate.

No weon, no me concentro acá – pinillo se paró, abrió la puerta del cubículo e hizo un adiós con la mano con su forma característica de despedirse. Como si se tratara de una concursante de belleza. A veces se ponía más bandida y regalaba besito o decía alguna cabrería antes de alejarse. Aquella vez sólo soltó un chau y se despidió con una meneadita de su pequeña mano.

Oe, ya apaga esa webada, vamos a estudiar .Mañana tengo dos finales – se apresuró en decir Gabo.

Jaja oe Gabo ayer. La que me dijiste, el video de Carmela bing. Puta, pero ta’ gorda la weona. Qué rica estaba antes, ahora esta echa una cerda.

Un brillo apareció en los ojos de Gabo, su tema favorito era tocado y el siempre opinaba cuando alguien se refería a alguna actriz porno que él conocía a cabalidad.

Puta si, pero de todas formas es un amor, la veo así gordita e igual no puedo dejar de quererla. A ella le he dedicado una de las mejores pajas de mi vida – confesó mientras dirigía la mirada al techo y pareciera que recordara alguna paja embravecida.

Oe sí. Puta. Oe, la flaquita Gabriela webón. La vez pasada la etiquetaron en una foto en la playita. Webón, qué rica. De la universidad, creo que la mejor ah! – dijo Fito relamiéndose los labios y achinando los ojos.

Nada webón, he visto mejores. Tengo mi ranking y ella no figura te voy diciendo .

Anda webón ya sé que hay mejores, pero te digo de las que son posibles pues. Uno también sabe sus limitaciones.

Webón, no te estanques en una flaca – Gabo intentaba molestarlo.

Anda webón! Tú no le hablas a ninguna germa y me vas a venir con webadas. A las justas le hablas a ese grupito de germitas del lonsa. Y me vienes con webadas – Fito arrugó más la entreceja a medida que sus palabras se hacían más asperas.

¿Qué grupito webón?

Ese pues, la Cintia, la lupe. Y te apuesto que en tus viaje a Iquitos, Ica, no la hiciste con ninguna gringa. Has ido a cargarle las maletas nomas webón.

Jajaja nada webón, que sabes conchatuvida.

¿La hiciste con alguien? Habla pe maricon.

Si weon, pero soy un caballero y no hablo sobre esas cosas.

jajaja no te creo ni mierda.

Si la hice webón.

Ya , puta puede ser ¿ya? porque a las gringas les gusta así webones como tú, huacos, cosas medias raras. Oriundos del Perú profundo. Sí, puede ser. Pero la webada es con una flaca de acá. De la universidad. Una gringa peruana. Una flaquita de la oligarquía limeña. Puta ahí si mis respetos

Gabo no pudo evitar reír al escuchar esas frases. Nunca pensó que Fito hablaría de esa manera. Pero eso no era todo lo que iba a decir.

Nunca la has hecho con una flaca con estirpe, con una señorita oligarca. Con una de la República Aristócrata. Tienes que ser como Leguía pe’ webón. Se folló una feudal y como si las webas se metió en el circulito ficho de Lima en aquel lejano siglo XX. Y la pasó de putamare – dijo ya algo serio Fito.

Puta que risa conchatuvida. Tú ¿hablando así?, me rayas – Gabo no pudo evitar reír durante un rato mientras veía por la ventana en ese preciso instante a una rubia debilidad entrar en la biblioteca.

Puta, oe webón escucha ¿Te acuerdas de Jimena? La del siglo pasado pe. La de cachimbos. Webón, a esa weona se lo hago toditito conchasumare. Así quiero una germita, pituquita al mango. Puta abajo rosadiiiito lo debe tener. Se la chupo todito – decía Fito mientras hacía unos gestos morbosos que invocaban a la risa.

Puta si webón. Esa weona, fichita, mis respetos. Yo también le tengo unas ganas conchasumare. Ya me hice unas cuantas pajas en memoria suya – Gabo no se quería quedar atrás y confesaba esas banalidades que sólo se habla entre varones.

jajaja hablas webadas Gabo. Oe, te cuento una webada, pero pa ti nomas ah! – fito volvió a tener el semblante serio de antes. Era increíble como de la risa podía transformar su rostro a uno más sombrío y de cuidado. Lanzó una mirada inquisidora, como si se dispusiera a proponer algún trato turbio.

La weona de Lucía, puta, me contó pes. Que tenía un enamorado así arrebatadaso. Un fumonaso de mierda. Que la acosaba. Ella estuvo con el ¿ya? Pero puta era pendejo pe, porque el weon era un loco.

Tú ¿Cómo sabes eso?

Es que yo era su confidente en el lonsa pes. Y ya ¿Me vas a escuchar o no?. Mira, la webada fue que un día en Gótica la weona se emborracho mal con el webón. Y en medio de su borrachera tomó fuerzas y terminó con él. Taba tan borracha la webona que sus amigos tuvieron que llevarla a su casa. El webón tenía unos veintiseis años me dijo. Era un pastrulaso.

jajaja a la que pendejo , interesante webón – al escuchar esto se dibujo una sonrisa maliciosa en su rostro.

Pero chitón nomas, ya pes y por eso también le tiene terror al loquito. No valla ser que pase la misma webada. Oe, ese no es el cabro de Giacomo. Puta de lejos puedo detectar su cara de cabro.
Oe llámalo, dile que venga, vamos a joderlo un rato. Yo me aguanto un toque acá sentado para que no me vea.

A través de los cristales del cubículo, abajo, se podía ver a un joven bajo, con casaca negra y caminar pausado dirigiéndose a devolver un libro a la biblioteca.

Puta si es ese webón! Hay que joderlo. Ah verdad! Me debe un libro ese marica.

Gabo se acerco a la ventana y previniendo que nadie más lo escuchara lo llamó.

Oe, Giacomo! – le gritó.

Giacomo levanto la mirada, al ver a Gabo esbozó esa sonrisa afeminada que emanaba con tanta facilidad. Y fijo sus ojos en los suyos...

Oe ¿y mi libro? – Atinó a decir Gabo.

Oye ¿Por qué has cerrado tu feisbuk? Te iba a mandar un mensaje por eso – Giacomo hablaba suave. Tenía a manera de maldición una vocecita delgadita, como de mujer. Que delataba de alguna manera su inclinación afectiva.

Me llegó al pincho esa webada. Mi libro ¿lo tienes? – dijo Gabo tratando de aparentar seriedad.

No, lo he dejado en mi casa.

Ya fue. Oe sube un toque tenemos que hablar.

A Giacomo se le crisparon los cabellos. Y un brillo peculiar se podía observar en su rostro, su sonrisa se ensancho y parecía dispuesto a obedecer.

Hablar de qué – una risita ahogada brotó mientras preguntaba.

Sube nomas mariconazo, te voy a dar vuelta. Me lo vas a agradecer – Fito irrumpió abruptamente cuando parecía que Giacomo estaba dispuesto a subir por las escaleras. Como una colegiala llamada por su novio.

No, me tengo que ir. Chau –dijo secamente al ver a Fito asomado por la ventana. Ellos se tenía un recelo bárbaro. Se miraban, se hablaban pero no se pasaban.

Fito lo maldijó mientras Giacomo se alejaba sin voltear a mirarlo nuevamente.

Puta ese cabro a ti nomas te hace caso ¿no? – dijo Fito palmoteando el hombro de Gabo.

Si webón, ya sé. Estoy convencido que quiere algo conmigo.

Rieron, se empujaron y se fueron a sentar ahora si a estudiar.

13 de julio de 2011

*// La chica más feliz del mundo


Era la primera vez. La miraba y ella le sonría, pero él percibía su miedo. Era su primera vez.

No dudo en abrazarla cuando el temor se acentuó en su rostro. Le dijo que ya no harían nada para hacerla sentir mejor, mentía. Sólo había silencio y un abrazo que acallaba el temor y que ardía mientras estrujaba con más fuerza. El cuarto era pequeño. Las mariposas de su estómago revoloteaban y no podía esperar a sacarle la ropa. Era tan tierna, estaban solos y él quería hacerle el amor esa misma tarde. En la quietud de esa tarde.

Se sentaron en la cama. Ella temblaba por el frío y por espasmos de terror. Sería su primera vez si se lo permitía, si en verdad daba rienda suelta al persistente deseo que había confinado, si en realidad todas sus fantasías mal llamadas insanas se cumplían en ese mismo cuartucho grotesco.

Sentados los dos, las miradas reflejadas, todo resulto ser tan sencillo, como cuando la enamoro sin flores. Mi dedo índice empezó a decorar tus mejillas. Te veía inmersa en mi mundo y sospecho que cualquier sonido no hubiera afectado a lo hipnotizado que te tenía con mi discreta caricia. Mis dedos yacían calientes predispuestos a tocarte pero sólo el índice fue el elegido para recorrer la hermosa simetría de tu rostro. Cerraste los ojos. Te vi tan desarmada ante mí y supe que nunca te haría daño y que daría lo que fuera por verte siempre así. Cerraste lo ojos y confiaste en mis movimientos. Presentías lo que tenía pensado hacer ahí sentados, sin más espectador que tu mismo Dios.

Sentado, te acaricie. Mi palma tocó la suave textura de tu rostro, me acerqué cual traicionero animal y logre darte el beso que me prometiste antes de entrar al cuarto. Te dejaste llevar con los ojos cerrados e imaginabas que el mundo eran sólo cuatro paredes, una cama ajena y un beduino amándote, y a punto de despojarte. Ya eras mía en ese entonces y tú lo sabías. Eras tan pequeña, tan indefensa. Te recosté. La cama crujió de repente y te vi camuflar una sonrisa con tus manos. Me encanto. Me diste el coraje de avanzar. Me dispuse a sacarte la polera, me ayudaste mientras nuestros brazos rozaban y el corazón crepitaba, hasta podía escucharlo. El frío ya había desaparecido y tu mirada se había reubicado en la mía. Era mi turno. Sólo tenía un polo. Me lo saque de la única manera en que sé sacármelo, rápido, salvaje, sin elegancia. Y tú te apresuraste en quitarte tu pequeño polo. Vi la comisura de tus labios mordidos por esos perfectos dientes. Te vi el sostén azul con decoraciones a su alrededor, pero hermoso era lo que ello acogía y me esperaba.

Ahora éramos cuerpo a cuerpo y lentamente el calor nos pertenecía, mientras algo dentro de mí no podía aguantar más a estar contigo, a alojarse dentro de ti. Tú lo notaste y fuiste comprensiva. Tocaste justo ahí, en el exacto lugar para arreciar y acallar al mismo tiempo y del mismo modo. Fuiste testigo del breve gemido que dejé volar. Desabrochaste mi jean y ayudaste a que caiga arrugado al suelo. Tu mirada dirigida a mi parte baja contemplaba esa rigidez tan cruel. Era una mirada bondadosa y sin perder ese aire inocente me viste con tus ojos almendrados, y sentí que ya éramos cómplices.

Te acaricié los cabellos con una mano mientras la otra emancipada resbalo a tu cadera dispuesta a moldear tu abdomen. Arriba tu pelo nos jugaba una mala pasada y nos entorpecía y reímos de lo absurdo y trascendental de todo esto. Descuidando mis desplazamientos quirúrgicos llegué a tocarte en ese preciso instante ahí abajo, donde procurabas que no llegara porque temías despertar. Pero no hiciste nada cuando lo hice, querías que siguiera y seguí. Te toque con más fuerza. Gemidos, gemidos, aún oigo tus gemidos, que no daría por escucharlos otra vez. Tus codos apoyados en la cama soportaron la arremetida de mi flácido cuerpo. Tus gimoteos me descontrolaron. Y embravecido de amor desabroche el pequeño botón de esa prenda rasgada, la cual bajaste sin titubear.

Todo ya era más rápido, nos encontrábamos con el aliento flamígero y no queríamos parar. Aligere mis pasos. Te besé desaforadamente, y el ir y venir de nuestros labios eran música entre tanto silencio. Sentía tu ardor. De repente todo perdía importancia. El correr de la vida, de nuestras vidas anodinas. Todo se concentraba en ese preciso instante. Empecé a bajarte el calzón lentamente y mi sexo firme apoyado en tus muslos se disponía ingresar a la más sublime de las entradas.

Un ruido apartado y ajeno a nosotros. El portón abrirse y luego cerrarse nos hizo despertar de nuestro letargo. Esa es la parte más dolorosa, la que me duele evocar y me duele que recuerdes. Estábamos en el cuarto de servicios. La parte trasera de la casa que lindaba con el estacionamiento del carro. Oímos voces de jóvenes bullangueros. Nuestro mundo de amor y nuestros cuerpos desnudos ahora nos avergonzaban terriblemente. Volviste en ti, te vestiste rápido y con miedo, avergonzada, odiándome por haberte llevado hasta ese extremo. Rápidamente yo también me vestí mientras maldecía y sudaba de manera copiosa.

Las voces se hacían más fuertes y era cuestión de segundos que pasarán por el cuarto de servicio y se dirigieran a la sala de tu casa. Teníamos la cara de culpables. Éramos unos mocosos jugando a tener sexo como grandes. Alguien grito tu nombre, era tu hermano y había llegado con sus amigos a la casa. Traían cervezas y las caras extasiadas. Tenías miedo de contestar, conocías a tu hermano. Yo tiritaba de miedo y me arrepentía de haber hecho todo eso, me arrepentía más por no haber logrado hacerte el amor lo antes posible. Sólo una puerta raída me separaba del energúmeno de tu hermano. Reproduje en mi cabeza las preguntas que me haría si me encontraba contigo. Te llamó una y otra vez. No podíamos salir, no debíamos. Nos verían. Grito una vez más y presentí que vendría pronto. Trate de mirarte y entregarte mi confianza. Fue peor. Nos miramos y no logramos ayudarnos. Arrugamos la cara con temor.

La puerta sonó, la chapa giro. Y el grito de tu hermano iba y venía por el eco que producía el cuartucho. Al fin le respondiste. Tu hermano te pidió abrir la puerta. Raudamente me escabullí debajo de la cama. Abriste la puerta, el entró y te pregunto qué hacías ahí dentro. Su voz denotaba fastidio. Tenías la cara rojiza, el pudor asomaba por cada facción de tu cara y cada atibo de expresión parecía recrudecer en un sollozo. Tu hermano nunca era de las personas comprensivas. Abajo tuyo. Yo empezaba a lamentar haberte llevado a saciar mis bajos instintos. Tu hermano te saco del cuarto y no pregunto más. Tú ya llorabas sin que te pudiera consolar. Temí que dijeras algo. Y ya estaba dispuesto a correr si algo surgía. Cerró la puerta antes de salir. Y me quedé debajo de la cama ideando la manera de salir y pedirte perdón.

Pasaron horas. Escuchaba risas, lisuras, cosas moverse. Lo que más recuerdo en esas horas fue el olor del polvo, las pelusas que se me pegaban en los labios y el frío piso. Me aterraba la idea de salir y que tu hermano por casualidad entrara de nuevo al cuarto de servicio. Maldije mi calentura que me llevó a intentar hacerte el amor en este indigno cuarto de servicio. Todo fue culpa mía. Llego la noche, había dormido durante un par de horas. Supuse que eran las diez u once de la noche, la bulla había disminuido y parecía haber menos gente. Eventualmente alguien soltaba una risa y escuchaba gente caminar por el patio. Luego de unos minutos oí el portón elevarse, las puertas del carro abrirse y cerrarse casi de inmediato, el carro prendido y luego el portón cerrándose, fue el sonido que tanto anhelaba.

Dejé pasar unos minutos, salí de debajo de la cama, me dolía el pómulo derecho y sentía el cuerpo heladísimo. Abrí la puerta con cuidado, quise llamarte te lo juro pero descarte esa idea al instante sabiendo que no me harías caso. Camine por el patio, abrí la puerta principal, al traspasarla la cerré con cuidado y corrí como un reo que se escapa como última oportunidad de conocer la libertad. Al llegar a mi casa no tuve el coraje de tocar, mi mamá estaría preocupada y molesta al verme llegar a tan altas horas. Me senté en el piso apoyado en la puerta, abrasé mis rodillas y empecé a llorar. Lloré y pensé en ti. Mi sollozo era silencioso y las lágrimas caían sin un orden establecido. Te había hecho la chica más infeliz de todas y no me lo perdonaba.

10 de julio de 2011

*// El manual del buen hipócrita (escrito por uno no tan bueno)




- Siembra cizaña de la manera más sutil, en lo posible intenta decir que te lo dijo otra persona.


- Dile a todos lo mal que te cae esa persona y lo mucho que te fastidia su existencia. Pero cuando estés cerca salúdala, sonríele. Eventualmente inicia y termina una conversación con ella. Llámala cuando la necesites o cuando la circunstancias sean ineludibles.


- Salúdalo en su cumpleaños, envíale un mensaje discreto y directo exento de promesas de verse pero que denote que sientes cierto aprecio, aunque te importe una mierda.


- Vocifera palabras ácidas, sulfúricas e hirientes contra un compañero delante de todos. Luego discúlpate y dile que lo aprecias y que todo era broma.


- Evita la mirada de esa persona odiosa. Si ya es inevitable y se han visto, levanta la mano y salúdalo haciendole chau. Siempre sonríele y trata de mostrar los dientes. Pero evita parar a conversar, sabemos que sería una mala idea.



- Gasta lo mínimo cuando estés junto a la persona que “amas”, guarda siempre dinero. Di que desearías sacarla a algún lugar más decente, miéntele bonito. Posteriormente dile que la amas y que darías todo por ella. Funciona.


- Siempre dile que la extrañas, que la quieres ver. Pero no muevas un dedo para verla. Da muchísima flojera buscar a alguien, más aún cuando no tiene algo que te interese. Decir que lo extrañas actúa casi casi como una visita y una manera de recordarle que en alguna oportunidad te gustaría verla y que ese día está cerca, y que si se cruzan en algún lugar no la ignoraras.


- Mientras le haces el amor dile que la amas aunque no te satisfaga o no acceda a tus burdas peticiones carnales. Siempre profésale cariño en la cama. Luego ya puedes ir con una prostituta a que te haga lo que ella no logro hacer contigo. Págale bien para que la carencia de placer sea rellenada completa y exitosamente.


- Di que te sientes contento de que haya aprobado y tu no. No lo maldigas aunque sea lo único que sinceramente quieras hacer. Siempre di: Bien webón, Bien flaca te lo merecías. La procesión se lleva por dentro. Algún mal les pasará luego y no podrás ocultar una sonrisa de satisfacción.


- Di que eres hincha de un equipo, que amas a ese equipo a muerte. Peléate en lo posible con algún imbécil que rivalice, te dará el tinte de fanático. Pero sólo anda al estadio cuando tu equipo juegue alguna final o con un equipo importante, ahí siempre va gente, te sentirás un verdadero hincha a estadio lleno.


- Anda a funerales aunque el fenecido fuera una persona insignificante en tu vida. No llores, ni intentes llorar, sería patético. Sólo entrelaza los dedos, cabeza cabizbaja y espera a que termine la absurda ceremonia.


- Comenta que te parece interesante y que te da gusto lo que otros escriben cuando en realidad no los hayas leído y te chupe un huevo leerlos.


- Hazte la paja pensando en esa persona, luego niega que te guste.


- Mirar sus fotos ensimismado en tu cuarto está bien. Embriágate con su retrato y los recuerdos que emanan de él. Pero al verla en persona muéstrate indiferente, da a entender que ignoras su existencia.


- Apabulla a la persona que quiere hacer algo distinto, aunque en el fondo envidies su coraje. No le des aliento, dile que es un idiota y recuérdaselo, con eso tal vez logres apaciguarle y consigas hacerte sentir menos perdedor y cobarde.


- Esquiva miradas siempre que puedas. Y si te ve alguna escoria y te pasa la voz di que no lo viste y pregúntale cómo le va.



- Anda a Misa. Órale a Dios. Pídele por la gente que más necesita. Luego puedes ir tranquilo a ver televisión a tu casa o enclaustrarte en tu cuarto. Acuérdate que ya oraste y rezaste por esa gente que día a día vive un calvario. Sientete bien. Ya cumpliste hermano. Dios se encargará.


- Comenta que tienes perros, que son bonitos, di sus nombres y los años que tienen. Pero no los alimentes tú, no les brindes amor ni los saques a pasear. Deja esa molestosa labor a la empleada de la casa.


- Despídete siempre con cariño, dile que se cuide y que la pase bien. Luego masculla barbaridades y maldícelo. Es muy dulce y reconfortante hacerlo.


- Deséale suerte en su nueva relación cuando en realidad te genere celos y odies que esté con una chica tan linda. Y pienses por qué tu no y el sí.


- Di que odias a los homosexuales o que te da igual. Pégala de persona divertida y loca, has chistes de maricas, molesta a otras personas de cabro, pero que no se enteren que alguna vez hiciste el amor con un hombre, que te la llego a chupar, que no lo eludiste y que acariciabas su cabeza mientras te hacía ese favor.


- Di que eres virgen y que no lo has hecho aún, niega que hayas comprado condones alguna vez. Te dará un aire más tierno. Trata en lo posible de demostrar que el sexo te es esquivo, que solo te la corres día y noche.Y Trata de salir con amigos a un prostíbulo y estos no te contradigan lo antes mencionado.


- Intenta no mirar a los ojos. Tus ojos pueden delatar la pérfida persona que eres. Los ojos proyectan tu miedo, tu mentira, tu odio. Mira al costado cuando converses con alguien que te parezca antipático.


- Escribe relatos anodinos, los cuales te hagan ver como una basura, un lacayo que no merece ningún tipo de amistad ni cariño, un enfermo que linda con lo depravado. Pero al momento de hablar genera ternura, di que todo es ficción, que eres tranquilo y estable, y nada de esas cosas deambulan por tu cabeza.


- Finalmente. Dime que has leído todo y te ha gustado.